ESTO ES AGUA (DIGITAL)

PERSONAS
“Un profesional del siglo XXI debe ser curioso, retarse y asomarse por encima de lo que otros están haciendo, aunque simplemente sea para saber que existe”.

Esto es agua

“Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?” Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: ¿Qué demonios es el agua?”

Esto es aguaEn 2015 compré en un aeropuerto un pequeño librito llamado Esto es agua, escrito por David Foster Wallace. Y decidí cambiar mi trabajo en una consultora internacional, después de casi 15 años, por una aventura personal llamada Lateralia. Quería saber qué es el agua. Entonces tuve que aprender qué podía ofrecer, construir una marca profesional con mis fortalezas, e imaginar cómo cubrir lo más rápido posible mis muchas carencias. Me di cuenta de que lo que sabía “antes” no era exactamente lo que necesitaba saber “ahora”. Y me puse en guardia.

Años después, tras varias aventuras profesionales, sigo en guardia. Porque un profesional del siglo XXI, esté donde esté, haga lo que haga, no puede permitirse relajarse. Debe ser curioso, retarse, asomarse por encima de lo que otros están haciendo simplemente para saber que existe, aunque luego lo descarte. Y esto es ahora más importante que nunca, en un mundo altamente tecnológico en el que todo nace, madura y cambia tan rápidamente que es difícil, si no se vive, entenderlo. Forniters, Twitchers, TikTokers, Influencers, Gamers, Streamers… Da igual la forma o palabra que adopte la tecnología en curso. Porque la tecnología es una más de las corrientes de agua que debemos sentir para seguir nadando, ya seamos el pez viejo y sabio, o el joven y ligero.

“Si una persona es perseverante, aunque sea dura de entendimiento, se hará inteligente; y aunque sea débil se transformará en fuerte.” Leonardo da Vinci (1452-1519).

Leonardo da Vinci es un ejemplo de curiosidad exponencial. Y, además, a Leonardo da Vinci le gustaba jugar. Así lo advirtió Sigmund Freud en 1910, cuando concluyó que “a fin de cuentas, el gran Leonardo fue infantil toda su vida en muchos aspectos; se dice que todos los grandes hombres conservan algo del niño que fueron. Siguió jugando también de adulto, y quizás ello se deba a que sus contemporáneos le vieran como alguien inquietante e incomprensible.”

Esto es aguaCurioso e infantil, Leonardo fue capaz de introducir cambios disruptivos en numerosas materias, desde la anatomía y las artes plásticas a la ingeniería o incluso la cocina, su pasión secreta. Muy pocas personas de los millones que poblamos el planeta poseen las capacidades de Da Vinci para ser denominados “genios”, pero… ¿acaso hace falta ser un “genio” para aportar valor diferencial en nuestro círculo íntimo de amistades, familia y trabajo?

La curiosidad nos ayuda a esquivar la mediocridad, en palabras de Xavier Marcet. Nos empuja a ser mejores y a provocar a otros para que también lo sean; y también hace que nos dejemos empujar hacia territorios que nos son incómodos. La curiosidad caracteriza a aquellos que juegan para ganar, que conversan e interactúan con personas diversas para expandir su visión del mundo y comprender que hay muchas maneras de ver una misma cuestión, sin que ninguna de ellas sea necesariamente “mejor” que las otras.

Warren Buffet afirmaba que leer 500 páginas todos los días le daba una ventaja competitiva respecto a los demás, puesto que mucha gente, pudiendo hacerlo, no lo hace. Un curioso lee libros, post, cursos; sabe buscar información relevante en Internet, escucha podcast, se baja una aplicación, trastea con criptomonedas, programa líneas de código, entrena a Alexa, se esfuerza por mejorar un idioma, habla con personas mayores y con chavales de temas que son relevantes para ellos, aunque a él le parezcan demasiado antiguos o demasiado modernos. Combina su curiosidad con humildad e interés sincero por los demás, sin ser condescendiente.

Y, sobre todo, el curioso comparte, enseña, busca el modo de explicar a los demás lo que acaba de aprender, aunque solo sea para confirmar que lo entendió bien o para que le reten. Al curioso no le debe importar que le digan que está equivocado, ya que cualquier feedback es siempre más hermoso que el silencio.

Cuanta más curiosidad despertemos en nosotros mismos, así como en las personas con las que trabajamos o nos relacionamos, más nos enriqueceremos como individuos, como equipos y como empresa. Por tanto, la C de curiosidad se una a las otras del buen trabajo en equipo: comunicación, coordinación, complementariedad, confianza y compromiso. El mix de esas 5 Cs con la curiosidad impulsa la creación de espacios de seguridad psicológica donde cada uno pueda ser él o ella mismo, aportando su máximo potencial al equipo. La curiosidad fomenta un sentido de reto, de proactividad, de ganas de hacer las cosas mejor y diferente, de cuestionar el status quo y de aprender de forma constante para no quedarse atrás o al lado, para seguir buscando lo que “de verdad” subyace en el contexto cambiante y variable del agua.

“El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes, son a menudo las que más cuestan de ver y las que más cuestan de explicar”. David Foster Wallace, Esto es agua, 2005.