Hace casi un año y medio comenzó mi aventura de elegir un lugar para vivir en la provincia de Cuenca. Me confirmaban que me habían seleccionado como supervisora de envasado en Solán de Cabras y estaba entrando a formar parte de Mahou San Miguel. Era mi primer trabajo en España y estaba feliz porque, además, era la compañía en la que quería trabajar desde el día que llegué de Argentina.
Conecté al instante con el propósito y los valores de Mahou San Miguel. Me gustaba la importancia de poner a las personas en el centro, el compromiso de la cervecera con la sostenibilidad o el gran apoyo al sector hostelero, especialmente durante la pandemia, entre otros aspectos.
Inmediatamente me puse a buscar
piso. La mudanza iba a ser desde Coruña con mi pareja Cristhian y Mora, nuestra labradora.
Visitamos muchos pisos en la ciudad de Cuenca, que se encuentra a una hora de la planta de
Solán de Cabras. Pensé que sería un tiempo considerable por carretera, pero no me importaba
porque el paisaje de camino al manantial, lleno de colinas, curvas y atardeceres hermosos,
es espectacular. Además, viviendo en la capital, tan pintoresca y con un casco histórico que
no me canso de visitar, estaba a un paso de todo.
Pero, de repente, apareció en mi
aplicación de búsqueda de pisos una vivienda, con una enorme terraza y magníficas vistas, en
Priego, un pueblo de 900 habitantes situado en plena Serranía de Cuenca. Me encantó y nos
instalamos allí. No habíamos vivido nunca en un pueblo y no dudamos en querer probar la
experiencia. Estábamos en el medio de la naturaleza, a 25 minutos en coche de la planta y, a
la vez, cerca de Cuenca y Madrid. Además, es un pueblo medieval con muchos servicios
(bancos, algunas tiendas, centro de salud y bares).
Tras casi un año y medio viviendo
en esta localidad conquense, he de
confesar que la experiencia está siendo única e increíble. Participar en las fiestas
patronales o en las de los pueblos cercanos y en otras tradiciones, aprender el significado
de los distintos sonidos de las campanas de la iglesia, disfrutar de la gastronomía típica
de la zona, acostumbrarse a que Amazon deje paquetes en una tienda sin preguntar cuando no
estás en casa o vivir, en primera persona, la amabilidad de la gente es precioso. También
disfrutar de las pozas para bañarse en verano, salir a caminar por la sierra, ir hasta el
río o cruzarse con corzos, zorros y cabras en estado salvaje. En definitiva, disfrutar de
los tiempos del pueblo.
Como decía, viví siempre en ciudades grandes y con esta oportunidad laboral que me ofreció Mahou San Miguel en la planta de Solán de Cabras, sentí que volvía a mis raíces y conectaba con mis abuelos, que eran de un pueblo pequeño de Galicia. Asimismo, sentí que tenía que ser testimonio de la España más profunda y demostrar que es posible trabajar en entorno rural, en lo que a uno le gusta y ser feliz. Por eso, espero poder seguir teniendo oportunidades y desafíos para seguir aportando valor. Se imaginarán que Mahou San Miguel me permitió más que un trabajo y eso es lo que yo estaba buscando cuando desembarqué en España.